La American Cancer Society publicó en 2012 una guía para personas que han superado la enfermedad y gente que continúa luchando contra ella, donde se reúnen las evidencias científicas hasta la fecha y se ofrece un consenso multidisciplinar aportado por Dietistas-Nutricionistas, Educadores Físicos y otros especialistas en esta enfermedad.
El papel preventivo de la actividad física en el cáncer se ha demostrado en diversas ocasiones, al igual que ocurre en sujetos sanos, aunque dependiendo de las características individuales de cada persona variarán las recomendaciones.
Nutrición y actividad física durante un tratamiento de cáncer
El tratamiento en este periodo irá dirigido a minimizar los déficits nutricionales, mantener un peso saludable (entre 18.5 y 25 de IMC), minimizar los efectos negativos derivados de la alimentación y mejorar la calidad de vida dentro de las posibilidades de cada paciente. Si hay riesgo de malnutrición, se recomiendan comidas pequeñas y frecuentes, con alimentos de alta densidad nutricional y sin ingerir líquidos, ya que estos disminuyen la capacidad gástrica. Los líquidos por tanto se aconseja tomarlos entre las comidas para prevenir la deshidratación. Si la ingesta natural no aporta la energía o nutrientes mínimos, se barajará la posibilidad de tomar suplementos nutricionales, nutrición enteral (sonda) o parenteral (intravenosa).
El uso de complementos nutricionales es todavía controvertido, por lo que se recomienda cautela. No obstante, el uso de estos suplementos irá encaminado a corregir deficiencias, no a prevenirlas.
En cuanto a la actividad física, diversos estudios observacionales han concluido que el ejercicio es seguro, y mejora síntomas como la fatiga, y diversos aspectos que repercuten en la calidad de vida, por lo que se le atribuye un efecto terapéutico en la primera fase de la enfermedad. También se han propuesto posibles beneficios en la quimioterapia y se han descrito mejoras en la densidad ósea, y el aumento del tono muscular. Es fundamental adecuar el ejercicio (tanto el tipo como la intensidad) al nivel físico de cada persona y sus preferencias. Durante el tratamiento con quimioterapia o radioterapia, es aconsejable disminuir la intensidad o la duración, pero manteniendo los niveles de actividad elevados; el entrenamiento en la cama es una opción plausible para conseguir las mejoras fisiológicas.
En pacientes con metástasis ósea, artritis o neuropatía periférica, hay que tener especial cuidado con el riesgo de fractura ósea.
Nutrición y actividad física tras un tratamiento de cáncer reciente
En esta fase, podemos incrementar el nivel de práctica físico-deportiva en la medida que lo acepte el paciente, siempre progresiva y paulatinamente. El tiempo de recuperación es variable, pudiendo ir desde semanas a meses. En ocasiones hay secuelas latentes, y pueden apareces síntomas años después del diagnóstico (fatiga, inapetencia, alteraciones del gusto, diarrea, problemas para aumentar la masa muscular…).
Tras el tratamiento, un buen programa de actividad física es fundamental para ayudar a la recuperación y a la salud/ forma física.
Así mismo, retomar unos correctos hábitos alimentarios similares a los de la fase anterior, es importante para una pronta recuperación.
Nutrición y actividad física durante un periodo de enfermedad controlada
En esta fase, es importante para mantener la salud, la calidad de vida y aumentar la longevidad: mantener un peso saludable, realizar actividad física, y controlar la dieta.
La diagnosis del cáncer aumenta las posibilidades de sufrir otros cánceres primarios, enfermedades cardiovasculares como la Diabetes Mellitus u osteoporosis. Los familiares es importante que también sigan estas recomendaciones, ya que comparten la herencia genética del paciente y además porque motivará al familiar afectado a llevar un estilo de vida mejor.
La obesidad se relaciona con un aumento de posibilidades de sufrir cáncer de pecho y otros. Además, el ejercicio se ha visto que mejora la salud cardiovascular, la fuerza muscular, la composición corporal, la fatiga, la ansiedad, la depresión,la autoestima, la felicidad y otros componentes de la calidad de vida en personas que han superado el cáncer.
Vivir con un cáncer avanzado
La dieta y mantener elevada la actividad física en la medida de lo posible va a ser importante para mantener una buena calidad de vida y estado de ánimo. Será importante cambiar los hábitos alimentarios para evitar los síntomas y prevenir la malnutrición. Así, se recomienda ingerir alimentos con alta densidad nutricional, y es posible que haya que recurrir a suplementación, o fármacos que aumenten el hambre.
En cuanto a la alimentación, además de las frutas, verduras, y cereales, deberemos ingerir una cantidad adecuada de proteínas, de las cuales los alimentos de origen animal van a tener un peso importante. También hay que limitar el consumo de alimentos deletéreos como azúcares.
Nutrición y actividad física en pacientes que han superado un cáncer
En los estudios observacionales se ha visto que la actividad física disminuye la mortalidad y la recurrencia en los supervivientes de cáncer, incluyendo el de pecho, colorectal, próstata y ovario. Así se vio que el ejercicio después del diagnóstico disminuyó un 34% el riesgo de muerte por cáncer de pecho y disminuyó un 41% la mortalidad por cualquier causa. También disminuyó la recurrencia del cáncer de pecho en un 24%.
Por lo tanto los objetivos nutricionales y de práctica física van a ser similares a los de la población sana, siempre valorando el estado de salud del paciente, e intentando motivar un estilo de vida activo, y con la adquisición de las nuevas pautas alimentarias.
Conclusiones
Conociendo toda esta información, y ante el abrumante aumento de esta enfermedad entre la población, como profesionales de la salud nos vemos en la obligación de promocionar hábitos de vida saludable como herramienta de prevención primaria, ya que es mucho más efectiva y coherente.
El papel de las frutas y hortalizas, junto con el movimiento, es decir, la actividad física, son las dos claves para prevenir y tratar el cáncer, pero aunque sean posiblemente los dos pilares fundamentales, hay otros hábitos modificables (como el tabaco y el alcohol) que pueden pronosticar un aumento en la incidencia de esta enfermedad.
Luis Aguilar Salmerón
Lcdo en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte
Dietista-Nutricionista
Más información: dietas para pacientes con cáncer